martes, 31 de marzo de 2009

Copacabana - Un lugar de ensueño. La ayuda entre los viajeros

Salí de La Paz rumbo a Copacabana, la última localidad que visitaría antes de pasar la frontera rumbo a Perú. Ni siquiera sabía que en Bolivia había un lugar con el mismo nombre de aquella que se encuentra en Brasil. Íbamos tocando pequeñas poblaciones que quedaban en el camino, pero solo me bajaba lo necesario, para continuar el viaje. Sin embargo, ya durante el camino había escuchado hablar maravillas del lugar hacia donde me dirigía. Nada me hacía suponer lo que vería allí; ni siquiera lo imaginaba. Solo me habían avisado, que desde ese lugar podía tomar excursiones a la Isla del Sol y la Isla de la Luna (después supe que no podría ir a esta última) Salimos temprano, casi al amanecer, el cielo limpio de un color celeste sin nubes. A medida que habían transcurrido los días y cuando se trepaba más y más, la limpieza del éter era evidente. Ya sin problemas para respirar, y bien medicada, me llenaba el pecho de el aire de las montañas, el olor de la hierba fresca al amanecer y los colores enceguecedores del paisaje. La poca información que tenía del país boliviano me hizo suponer que la región oeste por donde pasaría, era solo seca y árida; sin embargo, el verde brillante de los pastizales me avisaba que estaba equivocada. A eso se agregaba que con el correr de los kilómetros aparecía o se escondía una y otra ver a la distancia un pedacito del Lago Titicaca y el horizonte se desdibujaba en la unión imaginaria del cielo con el Lago.Llegamos a un embarcadero, debíamos cruzar en lancha; los vehículos pasaban en balsa. Era una parte del Lago donde se estrechaba, de esa forma se ahorraban muchos kilómetros innecesarios de ir bordeándolo, entrar y salir de territorio peruano; por lo cual a Desaguadero lo vería en el camino de regreso del Perú.El cruce en lancha fue bonito, llegamos al otro lado y volvimos a subir en nuestros respectivos transportes para continuar el viaje. Los kilómetros parecían no sentirse porque hacia donde miraba, un espectáculo de maravilla se presentaba ante los ojos.Había mucha gente joven haciendo el trayecto, gran parte de ellos solo estaría de paso por Copacabana, pues iban a acampar en la Isla del Sol. Algunos ya conocían el trayecto y de pronto dijeron: ¡Miren, allí está Copacabana! A la distancia, en una suave pendiente que se veía desde la ruta había dos cerros, en el medio un el valle que tenía casi la forma de un plato reclinado hacia el lago, alcancé a divisar la población a una altitud de 3800 metros. Prendida como un broche en el borde mismo del Titicaca y custodiada por los cerros, lucía majestuosa a la luz del sol. Bajamos en la pequeña plaza de los artesanos, ese día se celebraba "el baile de las comadres" por lo que las mujeres lucían sus trajes de brillantes colores. Bajé y a poco de andar el grupo de jóvenes con quienes compartiera el recorrido me dijeron: si no tienes donde parar, ven con nosotros, hay un hostal cerca, es sencillo pero limpio; hay muchos viajeros y no conseguirás donde dormir. Y los seguí. Uno de ellos sugirió que esperáramos el conseguiría mejor precio, porque conocía al encargado. Finalmente volvió; se acomodaron en tres habitaciones dobles y triples; para la tía (o sea yo) una habitación simple sin desayuno (con baño compartido), ¿y cuanto tengo que pagar? Y empezaron a reírse. -Si quieres estar sola te saldrá bastante más caro que a nosotros; debes pagar un dólar por día. Yo no podía creerlo, suponía que se estaban burlando, pero confirmé el precio cuando ingrese a la pensión. De hecho, solo tenía la cama, una mesa de luz, una silla y una pequeña repisa de pared. La Mochila sobre la cama, hasta que sea la hora de dormir; luego la pasaba a la silla haciendo equilibrio para no caerme. Era una pequeña celda, pero la cama cómoda y las sábanas limpias; no necesitaba más. Tengo por costumbre apenas al llegar conocer la Iglesia del lugar. Me dirigí a la Plaza principal a recibir la bendición de Ntra. Sra. de La Candelaria, una hermosa Iglesia Blanca con sus puertas finamente talladas. En la plaza, la banda tocaba música alegre y había una enorme cantidad de palomas, que los niños y algunos adultos alimentaban y registraban en fotografías. Caminé mucho entre los negocios con artesanías, pinturas, bares, pubs, hoteles. Casi todas las calles eran angostas; iban en declive a desembocar en el lago.Jóvenes artesanos (la mayoría extranjeros) desplegaban sus productos, tejían pulseras, hacían trenzas, pintaban prendas, modelaban cerámica en frío, mientras cantaban y se reían entre ellos. Me acerqué a preguntar precios; allí descubrí una pareja de argentinos que venía viajando desde México hacía seis meses, mientras recorría los países. Me miraron con alegría y con ansiedad consultaron si andaba cargando "mate". Saqué el termo y me senté en la vereda a cebarles un rato. Prometí volver por la tarde trayéndoles de regalo un poco de yerba mate pues tenía lo suficiente como para cederles un poco. Me sugirieron aclarar que era argentina, pues (en ciertos lugares) se negaban a atender a las personas chilenas, cuestión que solucioné comprando lo que otros compañeros de viaje provenientes de ese país necesitaban; pero solo fue en situaciones puntuales. En casi todos los casos no se generaban inconvenientes.Por la tarde, nos reuníamos en un bonito bar que tenía sillones y mesas hechos con troncos de árboles, comíamos pizza, tomábamos chocolate caliente (al atardecer el viento que llega del lago es demasiado frío) O armábamos fogones a la orilla del lago mientras se ponía el sol envueltos en ponchos y abrigos, cantábamos, contábamos anécdotas y proyectábamos excursiones calentando el cuerpo con mate o tomando unos tragos de ron, aunque ya a las diez de la noche todos regresábamos a nuestros respectivos alojamientos, pues el frío se hacía imposible. Un día alquilé un bote de vela, para navegar en el Titicaca y sacar fotografías del pueblo desde otra perspectiva, Willy -el botero-, solo logró tomarme una foto donde aparece parte de mi cabeza; finalmente me di por vencida. No podía hacerle comprender como funcionaba la cámara; así que me dediqué a registrar los paisajes, renunciando a salir en ellas. El paseo de cuatro horas, me salió dos dólares. Al día siguiente haría la excursión a la Isla del Sol y en dos días más cruzaría la frontera peruana. Cada jornada transcurrida, me iba acercando a mi principal meta, Macchu Picchu; aunque no dejaría de reconocer que ni un solo instante se había desperdiciado; los minutos y las horas vividas en este hermoso proyecto, eran imposibles de olvidar. Hasta ahora, el conocer Bolivia había sido una experiencia fantástica.
MAGUI MONTERO
NOTA: Foto1- Vista llegando a Copacabana. Foto2- Copacabana desde la altura, detrás Lago Titicaca.
Foto3-Iglesia de Ntra. Sra. de Copacabana - Foto4- Una calle de Copacabana, al fondo el lago -
Foto 5- Vista del muelle de Copacabana Foto 6- Vista de Copacabana desde el Lago Titicaca.

2 comentarios:

roxana dijo...

que bello relato, parece que una te acompaña en este viaje!!!! y en otros!!!!!!!!! me encanta leerte!!!!!!!!!!!!!!!
un beso
roxana

Magui Montero dijo...

Gracias Roxy! Eso deseo! que cada uno de los que me lea, pueda sentir que lo llevo de la mano, a través de los lugares, sorteando problemas y avanzando por caminos desconocidos, disfrutando de la belleza que nos ofrece la naturaleza dentro y fuera de nuestra patria.
Un beso!
Magui