martes, 7 de abril de 2009

La Isla del Sol - Una excursión por el Titicaca

Eran las 8 de la mañana cuando llegué al embarcadero. Estaba molesta porque amaneció con nubarrones, hacía frío y corría viento. Había comprado un pasaje para la excursión de todo el día a la Isla del Sol; pero nuevamente apelé a mi "mentalidad de turista" para hacer volar el enojo, y me apresté a disfrutar del viaje. Muchas personas se embarcaban con la mochila porque iban a acampar durante algunos días y volverían en otra embarcación. Dos excursiones salieron juntas, repletas de gente de los más diversos países. A pesar del frío y el viento, elegí ir en la cubierta superior, para poder lograr mejores fotografías. Otros excursionistas hicieron lo mismo; a pesar de que teníamos comodidad suficiente para ir bajo cubierta. El guía se presentó, al igual que la persona que iba a cargo de la embarcación, durante el trayecto, se hicieron juegos, pusieron música; fueron contando parte de la historia y las características de la Isla. Antes se hacía simultáneamente la excursión a la Isla del Sol y a la de la Luna, pero en este momento estaban cancelados los viajes a esta última, porque se realizaban tareas relacionadas con la arqueología; -al menos eso es lo que nos dijeron-.El lago estaba picado y las olas golpeaban, pero teníamos colocados salvavidas y el paisaje era demasiado imponente para pensar en otra cosa. Luego de un largo trayecto, cuando nos empezamos a acercar a destino, pudimos observar su impactante belleza. La Isla tenía unos 10 km. de largo por casi 7 kilómetros de ancho; haciendo honor a su nombre, las nubes comenzaron a abrirse y un tibio sol iluminó las laderas verdes, en su mayor parte cubiertas por terrazas, construidas hacía muchísimas centurias.Nos explicaron que pararíamos un momento en la parte sur para bajar algunos pasajeros y luego continuaríamos hacia la parte norte. Allí treparíamos la montaña, acompañados del guía. A nuestro regreso, volveríamos a la parte sur para almorzar junto al lago y emprender el regreso. Allí miré por primera vez las barcas de totora, similares a las que días después vería en el Perú, de diseño similar al de los barcos vikingos; en su proa llevaban la figura de dos dragones. Deseaba acercarme más, para observarlas en detalle y curiosear la técnica con que estaban tejidas, pero debíamos continuar el viaje, pues la caminata para trepar llevaba tiempo.Continuamos hasta la parte norte y desembarcamos. Era un caserío, los pobladores en su mayoría eran descendientes de antiguos habitantes indígenas; a poca distancia un pequeño museo con piezas encontradas en el lugar y ciertos documentos que reflejaban la historia. Antes de iniciar la subida, pasamos por una playa donde estaban instaladas carpas con acampantes, casi todos jóvenes, el lugar era bonito y se respiraba tranquilidad. Más allá comenzaban las elevaciones y se iniciaba el ascenso. A medida que subía, por caminos construidos de un adoquinado muy prolijo y antiguo, pude observar infinidad de pequeños islotes rodeando la Isla. Sorprendía la similitud con figuras de animales que tenían algunos. El guía nos relató que de acuerdo a las antiguas creencias, había nacido el Dios Sol, desde una piedra que estaba en la parte más alta, donde se encontraban el altar ceremonial y las ruinas que visitaríamos; los islotes eran la representación de los animales que fueron parte de la creación, como recordación del nacimiento de la vida en este lugar. Pasamos por un pueblo indígena, y continuamos el ascenso, el paisaje se hacía más hermoso de contemplar cuando ganábamos altura, hasta que finalmente llegamos a la cumbre. En el centro se alzaba un altar ceremonial, rodeado de 12 piedras cúbicas, colocadas en forma circular, a su alrededor. A un lado una piedra de grandes dimensiones con una concavidad, de donde habíase producido el surgimiento de Inti. Luego seguían las ruinas de diferentes habitaciones para ceremonias y recogimiento de los sacerdotes. El lugar impactaba por la mezcla de colores donde resaltaba el color azul intenso de las aguas poniendo un marco maravilloso a este templo enclavado en la parte superior de la Isla del Sol.Debíamos regresar, y allí se nos dio la opción a bajar por el mismo sendero por el que subimos, o tomar otro por la altura, hasta llegar a la parte Sur, donde nos recogerían. Fueron pocos los que se atrevieron a ir por la parte superior. Teníamos solo dos horas para hacer varios kilómetros por una zona escarpada y desconocida. El resto prefirió volver con el guía, en la embarcación hasta el embarcadero Sur, donde tomaríamos el almuerzo. Bajamos por segunda vez en la parte Sur y nos sentamos en una linda posada, a comer pescado fresco preparado de distintas formas. Mientras esperábamos el regreso de los que venían por el camino de la cumbre, aprovechamos para sacar fotografías y admirar el paisaje. El sol caía con fuerza a esta hora, pero la frescura de la sombra y la brisa que venía del Titicaca, nos permitía disfrutar de las flores y la vegetación en la ladera, por la que veía subir a grupos de mochileros, rumbo a un espacio destinado a acampar, que se encontraba en lo alto. Una vez reunidos con nuestros compañeros de excursión que venían caminando, emprendimos la vuelta, haciendo otra parada más en las ruinas que habíamos visto a la distancia, cuando navegábamos esa mañana. El sol estaba empezando a bajar y nuevamente el viento y el frío se impusieron. Bajo cubierta, tomamos té de coca para mitigar la baja temperatura y reconfortarnos. Llegamos al muelle aproximadamente a las 18,30 la excursión había sido maravillosa. Había compartido momentos gratísimos con viajeros de distintas partes del mundo. Confraternizamos, consultamos sobre excursiones a realizar y cambiamos ideas. Muchos regresaban de Perú, otros tomaríamos ese rumbo. Queríamos seguir la charla y decidimos ir hasta un hermoso lugar a poca distancia de donde desembarcamos. Tomamos chocolate caliente y bollitos dulces, como para prolongar dentro de nosotros el recuerdo de los momentos compartidos. Al anochecer nos despedimos deseándonos buen viaje. Cada uno de los que estaba en la mesa -éramos 7 personas- continuaba su camino. A la mañana siguiente, cruzaría la frontera; dejaba Bolivia y entraría a Perú. Mi primer destino era Puno, la Capital folclórica de ese país. Se iniciaba otra etapa.
Magui Montero
Nota: Foto1- Fondeadero parte sur Isla del Sol. Foto 2- paisaje parte norte 3- parte norte
4- Isla del Sol camino a la cumbre parte norte. 5-Isla del Sol camino a las ruinas 6- pircas y paisaje parte norte Isla del Sol. 7-embarcación típica de totora Isla del Sol parte Sur. 8- en ruinas indígenas parte sur

2 comentarios:

Flor dijo...

hola! qué hermoso lo que contás! en enero del año que viene voy a estar por ahí y me gustaría saber cuánto pagaste la excursión y qué me recomendas de bolivia/copacabana/isla del sol... lo que se te ocurra jajaja
muchas gracias!!!

Magui Montero dijo...

La verdad? No recuerdo el monto, pero es barata; sino la mayoría de los que hacemos mochila no podríamos hacerla. Se la compra en el embarcadero de Copacabana. Te sugiero ir y si puedes quedarte al menos un día (si puedes) la naturaleza es sublime en ese lugar!