lunes, 11 de enero de 2010

Inefable Tupiza. Mis tropiezos anecdóticos

Cruzamos la frontera por Villazón, (tan solo 200 metros descontaron una hora en nuestros relojes, por la diferencia horaria con ese país) hicimos los papeles de migración y nos dirigimos a una Casa de Cambio. El peso boliviano estaba mejor cotizado respecto a un tiempo antes; ahora nos pagaban 1,80 por cada peso argentino (después supe que cotizaban mejor en un Banco instalado en esa población) y 7 bolivianos por cada dólar, así que sabíamos que saldría un poco más caro que lo que de principio estimamos..
Compré pequeñas cosas que necesitaba para el viaje, y en el mismo local las acomodé en la mochila. Mi primer accidente sucedió cuando se cayó un barral de hierro de la mano de la vendedora, lo que me produjo una enorme protuberancia en la cabeza, aunque no me hirió. Luego buscamos una empresa de viajes que me habían sugerido, porque sábados y domingos no corren los trenes, pero los precios nos resultaron inconvenientes; así que nos dirigimos a la Terminal de buses y logramos subir a uno que salía en ese momento. Previo regateo, conseguimos los pasajes hasta Tupiza, en un bus semi-cama pero sin baño; aunque no nos importaba porque el viaje era relativamente corto. Era nuestro primer destino proyectado. El camino era terrible, peligroso, con muchas piedras sueltas (aunque el chofer parecía no ser conciente y preocuparle demasiado los problemas de la ruta) pues la transitaba a una velocidad mayor a lo razonable; pero el paisaje bellísimo compensaba estas incomodidades.
Me puse furiosa mientras escuchaba a una chica joven comentar con otros turistas que ni Tupiza ni Oruro tenían nada que valiera la pena y les aconsejaba pasarlos de largo. Para mis adentros pensé que cada camino que se recorre depende de los ojos y el corazón del viajero. Probablemente esa casi adolescente no había sabido “ver” o encontrar lo que deseaba, pero su actitud podía impedir a otros disfrutar de la belleza plena de ciertos lugares.
En Villazón había olvidado comprar las pastillas para el mal de la altura y apenas llegada a la Terminal de Tupiza, el corazón me golpeaba con fuerza, me costaba respirar, tenía las piernas flojas mientras un intenso dolor de cabeza se había instalado. Debía tomar urgentemente el medicamento, antes que comenzaran el resto de los síntomas.
Sara fue de mucha ayuda, pues al ser oriunda de una zona montañosa; dijo que me quedara quieta (no tenía fuerzas para caminar y menos aun para levantar el equipaje); se encargó de buscar alojamiento en un hostal a pocos metros. con agua caliente, televisor en la habitación, por 20 bolivianos diarios. La habitación que nos dieron, tenía cinco camas, por lo que estábamos cómodas, limpia, con ventanas a la calle (aunque quedaba a cinco cuadras de la Plaza Principal). Me compró la medicación, tomé una cápsula y los síntomas comenzaron a ceder. (se expenden libremente bajo la denominación de “sorochepil” y “punacap” por unidad)
Almorzamos a las 2,30 de la tarde en un lugar pequeño y bonito (aunque algo caro para los precios que luego vimos) Las especialidades eran pastas, pizzas y comidas vegetarianas; yo preferí un bife de costeleta grande con huevo, papas fritas y ensalada; Sara eligió pollo a la parrilla y bebimos agua mineral.
Más tarde salimos a cotizar precios de excursiones mientras conocíamos el pueblo. Contratamos los servicios de La Torre Tours, que pertenece a la misma empresa dueña del Hotel donde está instalada, para hacer la excursión en Jeep (en realidad son vehículos 4 x 4 Land Rover o Toyota pero los llaman Jeep) por los alrededores de Tupiza. Elegimos esa opción porque al día siguiente salíamos para la excursión de 4 días por el Salar de Uyuni y estaríamos cansadas si optábamos por otro tipo de paseo; aunque si dispone de mayor tiempo y un entretenimiento más completo está el triatlón (parte en jeep, parte a caballo (tres horas de cabalgata) y parte caminando o en bicicleta; y la última (ciertamente mucho más económica) en que se hace todo el trayecto cabalgando. Cualquier elección que se haga, incluye el almuerzo.
Dentro del mismo pueblo se puede caminar hasta el mirador, donde se encuentra la cruz y tiene una vista maravillosa.
Luego que contraté la excursión por los alrededores de Tupiza, estaba algo arrepentida, pues imaginaba que el precio abonado era excesivo; pero al ver los lugares rarísimos y bellos como el túnel El Escondido, La Puerta del Diablo, el paisaje increíble de la Quebrada del Toro, los ríos donde aun hay oro, las formas que adquieren las piedras por el desgaste eólico, acepté que el precio era poco para todo lo que había tenido oportunidad de conocer.
Cansadas y felices regresamos a nuestro Hostal.
Por las noches cocinábamos sencillo en el hostal, comíamos fruta y tomábamos mates que invitaban a la reflexión, luego aprendimos que salía más económico comprar comidas preparadas listas para llevar. Conseguímos empanadas grandes de queso y cebolla, humitas en chala (riquísimas), pollo al pimentón con papas fritas a precios irrisorios. Los duraznos, las manzanas (verde o roja), las paltas, el mango eran para extasiarse. Nos sentíamos contentas de poder comer tantas cosas sabrosas a bajo precio.
Una de esas noches, llegaron con sus mochilas cinco jóvenes argentinas, amigas entre ellas; dos de Buenos Aires y otras tres de la Patagonia. Habían emprendido viaje con la ilusión de llegar a Macchu Picchu.
Les di consejos y sugerencias, pero preferí callar cuando me dijeron el dinero con que contaban. Solo agregué que el viaje era costoso y que administraran bien lo que tenían. Por dentro yo temblaba, pero no me atreví a decirles que eso no les alcanzaría ni siquiera para cruzar la frontera de Perú y romper su ilusión. Por otra parte imaginé que quizás algún familiar podría ayudarlas, o al paso de los días se darían cuenta; pero no correspondía que yo hablara más.
Nos despedimos de las chicas deseándoles suerte, debíamos preparar todo y acostarnos temprano para la expedición al Salar.
Al día siguiente, luego del desayuno (muy abundante) en el Hotel La Torre (constaba de café con leche, yogur, jugo de naranjas, mermelada, mantequilla, tostadas, panecillos y fruta) partiríamos para la expedición al Salar de Uyuni de cuatro días y tres noches con todo incluido; el costo era de U$D 143.- (feb 2009)
Nos avisaron que las condiciones del viaje eran muy duras, pero valían la pena, cosa que al finalizar la excursión comprobé.
Nuestro equipo de compañeros estaba formado por una pareja de ingenieros irlandeses, Sarah y Michael; un profesor de geografía inglés, Tom; el chofer Raúl, la cocinera Margarita y el nieto de Margarita, Giovanni que era un niño de 8 años.
De más está decir que nuestros tres compañeros europeos hablaban muy poco español, Sara y yo poco inglés; pero con una mezcla de ambos idiomas, señas, un diccionario bilingüe y buena disposición, pudimos pasar buenos momentos, durante el tiempo que estuvimos juntos. Nos divertimos, bromeamos y jugamos naipes (con gritos, carcajadas y groserías incluidas)
Estábamos a punto de iniciar la travesía del Salar de Uyuni; nos esperaba un camino de aventuras y experiencias increíbles.
Magui Montero
Fotografías: 1. Sara y yo en Tupiza frente de la terminal de buses. 2-Foracioñ eólica "La Torre". 3-Natural de la zona arreando cabras. 4 y 5- Afuera y dentro del túnel "El escondido"6y 8- Paisaje de la zona. 7- A orillas del río San Juan, al fondo "El Toroyoj". 9- La Puerta del Diablo. 10- Valle de los Machos. 11- Iglesia de Tupiza

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