miércoles, 15 de abril de 2009

MI ENTRADA A PERÚ. PUNO LA CAPITAL FOLCLÓRICA DEL PAIS.

Salí de Copacabana al atardecer; luego de cambiar algo de dinero para tener soles cuando llegara. Me habían explicado que el viaje sería bordeando el lago Titicaca, aunque no tendría oportunidad de ver el paisaje, porque lo haría durante la noche. Y en la mañana estaría llegando a Puno. Quizás el cansancio y lo confortable del bus hizo que me quedara dormida en seguida. Iba en uno de los primeros asientos, era de madrugada cuando abrí los ojos. Una luna enorme iluminaba el paisaje y a lo lejos se observaban matas de pastizales, el brillo del agua, algunos charcos aquí y allá en lo que parecían humedales o esteros y manchones blancos que supuse podía ser rastros de salitre. Volví a dormirme y la luz del amanecer me despertó. Estábamos pasando por un pequeño pueblo; las casitas de adobe y techos inclinados se veían nítidamente, como si el bus estuviese transitando por su calle principal. Aquí los manchones blancos eran mucho más grandes y visibles, también en los techados.
¿En los techos? Pues si! Ignorante o despistada, le pregunté al chofer si que era y se rió muy fuerte. Es hielo señorita! Está haciendo mucho frío; es habitual en esta zona. Pero estamos en febrero – le dije- Se encogió de hombros y calladamente observé su sonrisa burlona y preferí quedarme callada.
A la mañana llegamos a Puno. La Terminal de buses bullía de turistas, muchos con valijas, otros iban y venían con su mochila y una innumerable cantidad de agencias de turismo y personas dedicadas a ofrecer sus servicios tanto hoteleros como excursiones a viva voz. Sin embargo, me llamó la atención escuchar palabras en quechua – que me resultaba algo familiar – por provenir de un lugar donde muchos de sus vocablos se asimilaron a nuestro lenguaje coloquial diario. Era la lengua que utilizaban para conversar entre ellos (o hacerle una broma a algún turista incauto) Me dirigí hasta un hombre joven que ofrecía hotelería de buena calidad en zona céntrica a precio que me pareció conveniente; en el momento en que hacía un comentario referido a mi. Sonriendo, le dije que casualmente yo entendía lo que había dicho; se quedó callado, luego pidió disculpas y en correcto español me expresó que conseguiría una rebaja importante sobre el precio ofrecido.
Allí nos dirigimos a la salida y conocí un medio de locomoción que nunca había visto. Eran algo parecido a pequeños automóviles carrozados, con capacidad para dos pasajeros y el chofer; pero en realidad estaban armados sobre motocicletas. Un medio de transporte cómodo y económico, que habitualmente se usa –como después pude comprobar- en casi todo el Perú.
El hotel estaba ubicado a pocos pasos de la plaza principal y a 1 manzana de la peatonal de Puno. Por la tarde salí a conocer la ciudad. Se respiraba aire festivo, había música y gente que danzaba en trajes suntuosos, porque era carnaval. Las bandas llenaban el aire con el acompasado sonido de sus parches e instrumentos de viento. Toda la celebración se hacía en homenaje a la Virgen de La Candelaria. Nuevamente pude observar esa rara mezcla de fiesta pagana y cristianismo que había observado en Bolivia. Era un espectáculo bellísimo. Regresé al hotel ya tarde, pero las personas seguían danzando y el desfile de bailarines era incesante; pero al día siguiente debía partir a una excursión que deseaba hacer. Conocería la Reserva Indígena de los Uros en las Islas Flotantes y luego conocería una comunidad indígena con costumbres diferente, la Isla de los Indios Taquile.
Magui Montero
NOTA: Todas las fotografías fueron captadas durante el desfile de carnaval por las calles de Puno.

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