Por la mañana muy temprano, partí junto a un grupo de turistas hacia el Lago. Allí nos esperaban ya li
stas las embarcaciones, para adentrarnos en el lago. Esta vez vería dos comunidades diferentes a las que había tenido oportunidad de conocer en la parte boliviana.
Los guías en su mayoría hablaban fluidamente más de un idioma; los grupos de personas fueron separaron de acuerdo al idioma en que se daría la explicación y partimos.
Poco a poco nos fuimos adentrando en el Lago; nos dirigíamos hacia una zona con abundancia de totoras, hasta que aparecieron las primeras islas. Cada una de ellas albergaba alrededor de doce familias, con sus correspondientes viviendas. Tenían aves de corral y la vida en muy poco difería de aquella que podía transcurrir en tierra firme. Había escuela, hospital, iglesia, mercado y hasta un lugar para actividades sociales y deportivas. Contaban con luz eléctrica po
r medio de energía solar, radio y tv. Solo que en lugar de calles se sucedían los canales por donde la gente lugareña iba de uno a otro lado en sus barcazas.
Tanto las islas, como las embarcaciones y las viviendas estaban construidas en totora – que también les servía de alimento- (por supuesto que probé para conocer su sabor) aunque también comí panecillos horneados muy sabrosos. Su principal fuente de recursos era el turismo o los diversos artículos artesanales que comercializaban en moneda o por sistema de trueque (de acuerdo a sus necesidades) Cada Isla tenía un nombre. La que tuve oportunidad de conocer se llamaba Santa María. Fuimos recibidos con mucha alegría, y nos sentamos en rollos de totora preparados a modo de banquetas en el centro, para presentarnos a los miemb
ros de esa comunidad y darnos las explicaciones. Los trajes de las mujeres estaban algunos bellamente bordados, había tapices, cestas, cortinados y miniaturas hechas artesanalmente que se vendían a precios sumamente accesibles.
Los niños jugaban alegremente como en cualquier otro lugar, a pesar de la cercanía del agua. Las barcas tenían una vida útil de alrededor de dos a tres años, luego de lo cual pasaban a ser parte del suelo de la isla; Por lo que constantemente se estaba construyendo una.
Nos sacamos fotografías, paseamos en estas grandes embarcaciones, bellas, livianas y con una gran similitud de diseño con las barcas vikingas y continuamos viaje, luego de comprar algunos recuerdos y despedirnos de nuestros anfitriones.
Navegamos d
urante un largo rato, hasta que se divisó la Isla de los Indios Taquile. Hermosa, rodeada de vegetación multicolor y sembrados. La Isla sobresalía formando un cono de ancha base, con sus caminos serpenteantes que llevaban hasta la cumbre, donde estaba emplazada la plaza principal, la iglesia, el Centro Cultural y otros edificios importantes hechos en piedra. Sus casitas de adobe y piedra de techos rojos, se destacaban en medio de la vegetación en distintas partes de la isla.
Durante el trayecto de navegación, nos informaron que si bien esta Isla se encontraba en territorio peruano, las costumbres y las leyes estaban pautadas de otra forma. Cada problema familiar o los delitos que podían suceder en su territorio, eran presentados ante toda la comunidad en voz alta y juzgados por todo el pueblo un día especial de cada semana.
El Jefe de la I
sla (y su grupo familiar) vestían de forma diferente al resto de los habitantes y era el único que puede llevar sombrero y una faja roja en la cintura. El resto de los hombres lleva en su cabeza un gorro tejido de diversos colores, y la manera en que está colocado indicaba su estado civil o situación (soltero, casado, comprometido, en busca de novia) las mujeres visten un traje cuya falda (ancha y con varias enaguas) es bordada en diferentes colores, y una manta color negra tejida, en cuyos extremos lleva un pompón de colores cuya lana está teñida en tres colores, formando círculos concéntricos. La forma de colocar la manta o de ubicar los pompones, significa algo similar a lo que simboliza el gorro en los hombres; con la diferencia que también pueden expresar su estado de ánimo. (Incluso lo usan para avisar al resto de la comunidad que su marido las en
gañó y así avergonzarlo delante de todo el pueblo)
Otra de las particularidades de esta comunidad es que los hombres son tejedores y consiguen hermosos diseños en los artículos que venden. Algunos comercializan piedras semipreciosas que se consiguen en el lugar a precios irrisorios. Las mujeres se dedican a las tareas de la casa y la agricultura, los niños aprenden a tejer o cuidan el ganado.
El Jefe de los Taquile, nos fue a dar la bienvenida en el embarcadero acompañado de su esposa y sus dos hijos. Luego nos dirigimos al centro del poblado, almorzamos comidas típicas (bastante condimentadas pero sabrosas) disfrutamos de su música y su danza y emprendimos el regreso luego de pasar por el Centro Cultural, donde los hombres tenían a la venta sus tejidos. Ese
día había sido sorprendente; el buen tiempo nos había acompañado; las personas que conocimos tenían costumbres muy diferentes, pero todo el entorno respiraba paz y armonía.
El paisaje y la naturaleza se brindaban plenos; pero también su gente de rostros broncíneos y parcos de palabras nos estaba dando una lección de convivencia y respeto por lo que ella les estaba dando.
Volví feliz, con los ojos llenos de tantos colores, pero debía continuar camino. Se acercaba el momento más importante. Mi próximo destino guardaba la raíz de una civilización maravillosa. Mañana partiría para Cusco.

Los guías en su mayoría hablaban fluidamente más de un idioma; los grupos de personas fueron separaron de acuerdo al idioma en que se daría la explicación y partimos.
Poco a poco nos fuimos adentrando en el Lago; nos dirigíamos hacia una zona con abundancia de totoras, hasta que aparecieron las primeras islas. Cada una de ellas albergaba alrededor de doce familias, con sus correspondientes viviendas. Tenían aves de corral y la vida en muy poco difería de aquella que podía transcurrir en tierra firme. Había escuela, hospital, iglesia, mercado y hasta un lugar para actividades sociales y deportivas. Contaban con luz eléctrica po

Tanto las islas, como las embarcaciones y las viviendas estaban construidas en totora – que también les servía de alimento- (por supuesto que probé para conocer su sabor) aunque también comí panecillos horneados muy sabrosos. Su principal fuente de recursos era el turismo o los diversos artículos artesanales que comercializaban en moneda o por sistema de trueque (de acuerdo a sus necesidades) Cada Isla tenía un nombre. La que tuve oportunidad de conocer se llamaba Santa María. Fuimos recibidos con mucha alegría, y nos sentamos en rollos de totora preparados a modo de banquetas en el centro, para presentarnos a los miemb

Los niños jugaban alegremente como en cualquier otro lugar, a pesar de la cercanía del agua. Las barcas tenían una vida útil de alrededor de dos a tres años, luego de lo cual pasaban a ser parte del suelo de la isla; Por lo que constantemente se estaba construyendo una.
Nos sacamos fotografías, paseamos en estas grandes embarcaciones, bellas, livianas y con una gran similitud de diseño con las barcas vikingas y continuamos viaje, luego de comprar algunos recuerdos y despedirnos de nuestros anfitriones.
Navegamos d

Durante el trayecto de navegación, nos informaron que si bien esta Isla se encontraba en territorio peruano, las costumbres y las leyes estaban pautadas de otra forma. Cada problema familiar o los delitos que podían suceder en su territorio, eran presentados ante toda la comunidad en voz alta y juzgados por todo el pueblo un día especial de cada semana.
El Jefe de la I


Otra de las particularidades de esta comunidad es que los hombres son tejedores y consiguen hermosos diseños en los artículos que venden. Algunos comercializan piedras semipreciosas que se consiguen en el lugar a precios irrisorios. Las mujeres se dedican a las tareas de la casa y la agricultura, los niños aprenden a tejer o cuidan el ganado.
El Jefe de los Taquile, nos fue a dar la bienvenida en el embarcadero acompañado de su esposa y sus dos hijos. Luego nos dirigimos al centro del poblado, almorzamos comidas típicas (bastante condimentadas pero sabrosas) disfrutamos de su música y su danza y emprendimos el regreso luego de pasar por el Centro Cultural, donde los hombres tenían a la venta sus tejidos. Ese

El paisaje y la naturaleza se brindaban plenos; pero también su gente de rostros broncíneos y parcos de palabras nos estaba dando una lección de convivencia y respeto por lo que ella les estaba dando.
Volví feliz, con los ojos llenos de tantos colores, pero debía continuar camino. Se acercaba el momento más importante. Mi próximo destino guardaba la raíz de una civilización maravillosa. Mañana partiría para Cusco.
Magui Montero
NOTA: Fotografías 1, 2, 3, y 4 Reserva Islas flotantes del Lago Titicaca (indios Uros)
Fotografías 6 y 7 Isla de indios Taquile del Lago Titicaca.
Fotografía 5 ropa típica de indios Taquile (foto bajada de internet).