jueves, 2 de octubre de 2008

Entre los sueños y la realidad

Siempre me dijeron que soy algo “rara” en cuanto a mi forma de pensar y los criterios que tengo; pero desde que comencé a viajar hacia otros países había tomado una decisión.
Sé que hay gente, que va solo a los lugares que las empresas de turismo ofrecen dentro del “paquete”. Yo soy cabeza dura para ciertas cosas y me propuse como imprescindible conocer la Capital de cada país al que pudiese llegar, por respeto a su pueblo; porque me parecía ridículo visitar una nación y desconocer al menos lo fundamental de la ciudad más importante.
En algunos casos, esta determinación hizo que el viaje se encareciera o complicara, o tuviera que separarme del resto de mis compañeros de excursión; pero la herencia de sangre gallega, provocaba que mi terquedad se impusiera a cualquier sugerencia. Por ello, no pudiendo hacer otra combinación en el vuelo; iría desde Punta Cana hasta Varadero –la mayoría hacia ese recorrido-, luego por carretera a La Habana por algunos días y recién a mi regreso las playas de Varadero. Así que me esperaban muchas horas de viaje antes de llegar a mi primer destino en Cuba.
Luego de la fiesta en el Hotel de Punta Cana, daba vueltas en la cama porque temía dormirme. A las 5,30 de la mañana oí el sonido del teléfono; antes de contestar ya estaba totalmente despabilada. Desayunamos a las 6 de la mañana, pasaron a buscarnos 6,45; llegamos al aeropuerto, hicimos los trámites y nos despedimos de Estefan, -nuestro guía anfitrión y responsable de la empresa que habíamos contratado- ¡Por fin embarcamos rumbo a Cuba! Antes del descenso -por exigencias sanitarias del gobierno de Cuba- rociaron el interior del avión con aerosol desinfectante, como prevención contra los insectos que pudiesen haberse introducido en la cabina, y evitar la propagación de enfermedades tropicales. Durante el vuelo nos informaron que la temperatura era de 28º y había brisa. Desde la ventanilla del avión alcancé a ver que el día estaba hermoso, brillante; la vegetación era abundante y muy colorida.
A las 11,40 aterrizamos en el Aeropuerto “Juan Gualberto Gómez” de Varadero.
Descendimos cantando, el grupo estaba bastante bullicioso; nos hicieron parar a pocos pasos de la escalerilla cada uno con su equipaje de mano, había personal uniformado dándonos indicaciones, esperando que bajaran los pasajeros y nos quedamos en silencio. Teníamos la sensación rara de ser observados como sospechosos; no como un alegre grupo de turistas que llegábamos de diversos lugares del mundo a conocer este hermoso país.
En migración nos recibieron cordialmente; sin embargo, al llegar a la Aduana las cosas cambiaron. No había sonrisas, abrían los equipajes, revolvían todo, hasta que vieron la mochila donde colocara los caracoles y los trozos de coral -cuidadosamente acomodados, para evitar que se rompieran- que adquiriera en República Dominicana, Se miraron entre ellos, llamaron otro funcionario y me pidieron el pasaporte. Me puse nerviosa, estaba asustada, pero -por suerte- me tranquilizaron ellos mismos. Explicaron que el caracol Cobo es una especie en extinción, su comercialización estaba prohibida en toda la zona del Caribe. De nada sirvió decirles que no lo sabía, porque no me habían informado, el animal ya estaba muerto, y en Dominicana autorizaron que pasara.
Me lo quitaron, firmé varios documentos; mis compañeros de viaje se quedaron conmigo por precaución, a pesar de tener sus papeles en orden. Me enojé y empecé a protestar a los gritos; hasta que alguien me pidió calma. Yo sentía que me estaban robando lo que había comprado, experimenté la sensación de ser estafada.
Dejaron mi ropa revuelta sobre el mostrador, las prendas íntimas a los ojos del resto de los pasajeros. La rabia tiño de rojo mi rostro, hice un gran esfuerzo por evitar la humillación de llorar. Tenía ganas de patear a todo el mundo, mandarlos a paseo y acabar el viaje allí mismo. Luego la cordura se impuso, aunque decidí poner mayor énfasis en conocer la realidad de este país, que había visto solo en fotografías; y del que tantos comentarios escuchara -unos a favor y otros en contra-. Debía saber cual era la verdad; solo así me lograría quitar el sabor desagradable de este disgusto inicial.
Las cosas se habían iniciado mal, aunque más tranquila analicé que era algo de menor trascendencia, y terminaría por olvidarlo. A las 13 horas, me separé del resto del grupo; solo cinco personas más, tomaron similar decisión a la mía y debíamos viajar aproximadamente 180km. hasta llegar a la Habana. El camino estaba rodeado de bellezas naturales, hermosa vegetación, pero se veía mucha pobreza; aunque diferente a lo que acostumbraba a ver en mi país. Quizás afectada por los eventos ocurridos en el Aeropuerto, o por lo que mis ojos observaban, empecé a llorar silenciosamente; venía en plan de vacaciones, pero me di cuenta, que estúpidamente no había pensado en que la miseria toca con igual crueldad en cualquier lugar de la tierra.
Me esforcé por ahuyentar estos pensamientos y cerré los ojos concentrándome en descubrir quien era el intérprete de un bonito son que se escuchaba.
A las tres de la tarde, cuando pensé que estábamos ya por llegar, el bus hizo una parada en un restaurante costero, estaba semi-vacío decorado con redes pesqueras y ambientación marina, tenía forma semicircular; grandes ventanales vidriados daban al mar y las olas rompían sobre las rocas que estaban debajo.
Almorcé pizzeta de camarones, tomé una lata de cerveza muy fría mientras contemplaba el mar; estaba agotada y hambrienta, así que prácticamente devoré en un suspiro este sabroso tentempié, pues me había levantado a la madrugada y luego del desayuno en Punta Cana, en el avión nos invitaron solo un sándwich de miga acompañado de un vaso de refresco.
Sabía que aquí se respetaba a rajatabla la velocidad máxima, por lo que el recorrido duró más de lo esperado. Llegué a La Habana a las cinco de la tarde; olvidé mi cansancio ante la sorpresa de conocer el lugar donde me hospedaría. Era el hotel Meliá Cohiba, ubicado al frente del Malecón, y su aspecto era lujosamente imponente. ¿Qué sorpresas me aguardaban? Aun no lo sabía, pero ansiaba descubrirlas.
NOTA: Fotografía 1 - vista desde la carretera, trayecto Varadero - La Habana.
Fotografía 2 - vista de La Habana desde el Morro.
Fotografía 3 - Imagen frontal inferior del Hotel Meliá Cohiba (escaneada de un folleto)

9 comentarios:

MentesSueltas dijo...

Hola, pasaba a saludarte... espero este bien.

MentesSueltas

Magui Montero dijo...

Muchas gracias por pasar por mi blogg!
Besitos.
Magui

saint dijo...

Que placer poder viajar y conocer.
Seguramente dejarás tu marca donde pises y extrañarás tu tierra,como buena santiagueña.Te dejo un beso.

Magui Montero dijo...

Realmente es un placer viajar, conocer gente y paisajes. No sé si mi marca queda en los lugares que piso, aunque soy conciente que dentro mio quedan incrustados hitos inolvidables que me sirven para regresar una y otra vez con la imaginación y el sentimiento intacto.
No me permito extrañar a mi tierra porque en ella estoy, a Santiago pertenezco. Es cierto que viajo, pero siempre regreso, mis afectos me mantienen aferrada.
Besos
Magui

mares dijo...

Hola Magui, gracias por pasar por mi blog. Hoy leyendo este me entero que estuviste en Cuba y no te perdonaré si vuelves a hacerlo sin avisarme y darme la oportunidad de invitarte aunque sea a un café cubano.
No se que tipo de cosas habrás visto acá, pero me hago una idea. Pasan cosas muy tristes en este hermoso país y .... me atrevo a decirte que es parte de cuanto me pone mal a veces y me hace sentir desilusionada de todo hoy. Es largo de explicar y talvez ni haga falta porque de parte de ello te habras dado cuenta seguramente por ti misma.
Desde esta isla bonita y de gente amistosa pero.. triste, te mando un beso.

Magui Montero dijo...

hola Mares: Es verdad, estuve en Cuba, disfruté de cosas bonitas, de su gente y paisaje, pero también me angustíe y enojé viendo cosas injustas. Quizés es uno de los motivos por los que me demoro en escribir y actualizar este blog. Pero poco a poco podrás ir conociendo mis vivencias y razones.
Por supuesto que acepto desde ya tu invitación, y ten por seguro que si algun dia regreso, tendré una gran satisfacción (aunque sea sin café) en darte un abrazo grandísimo.
Con todo mi afecto.
Magui

mares dijo...

Hola, hoy de vuelta visitando a mis amig@s vituales y deseandote la mejor de las semanas.
Cariños y quedo a la espera de tus impresiones.

Yeli dijo...

He pasado a saludar. Estuve en Cuba en 1993 cuando fui invitada a exponer un tema en un Congreso Mundial. La miseria que encontré en aquel entonces y la desesperanza fue muy grande. Cuando regresé a PR lo hice solo con lo que llevaba puesto porque dejé hasta la maleta. Hasta las mujeres médicos que compartieron en el congreso, nos pidieron hasta los jabones y pasta de diente, sin mencionar el pánico a hablar y compartir momentos de camaradería.
Es muy triste que se les haga creer a la gente de otros países una falsa realidad de nuestra hermana Isla. 15 años después de mi visita, Cuba se ha deteriorado a pasos agigantados y la gente sigue tratando de tapar el sol con un dedo.
Como decía Ramón de Campoamor: "En este mundo traidor, nada es verdad, ni mentira, Todo es según el color del cristal con que se mira".
Un abrazo
Yeli

Magui Montero dijo...

Hola Yeli: Gracias por pasar, todo eso que cuentas es lo mismo que viví. La gente teme hablar, las cosas imprescindibles faltan. Lo leerás en mi relato. Solo pido que me den tiempo, tengo que transcribirlo de mi cuaderno de notas.
Un abrazo
Magui