jueves, 23 de julio de 2009

LOS SECRETOS DE MACCHU PICCHU ENTRE LA NIEBLA Y EL SOL

Ya había amanecido, pero la mañana estaba oscura; grandes y pesados nubarrones lo cubrían todo, cuando ingresamos a Macchu Picchu.
El viento silbaba y nos agrupamos en torno a los distintos guías, de acuerdo al idioma en que se daban las explicaciones. Algunos de ellos llevaban en alto un banderín de color para distinguirse y mantenernos cerca, pues había muchos grupos ingresando. Los visitantes sentíamos la presión de haber llegado a un lugar “especial”, hablábamos despacio y los ojos no nos resultaban suficientes para atrapar tanta belleza.
La Ciudad de los Incas, estaba perfectamente planeada y diseñada de acuerdo a la estructura social y jerárquica. Hacia un lado, en sobre elevación las viviendas de los vigías; hacia otros sectores se distribuían los sacerdotes, los milicianos, el resto del pueblo, etc. Todo organizado alrededor de una inmensa plaza principal de forma rectangular, en cuyo centro se veía una piedra ubicada a ras del suelo, destacándose sobre el intenso color verde del césped. Ésta marcaba el lugar donde alguna vez estuvo colocado un obelisco que ahora yacía bajo tierra. También en la Plaza, pero hacia el costado, un árbol de ceibo marcaba la zona donde se realizaba el ceremonial de la fertilidad. Este rito se cumplía en el momento que los niños entraban en la pubertad y marcaba el inicio de la madurez sexual.
Más alejadas, pero integradas a la ciudad se observaban las viviendas destinadas a los agricultores, ubicadas en las cercanías de las terrazas destinadas a la siembra.
Fuimos avanzando por el sector izquierdo respecto a la Plaza. Nos encontramos en un espacio amplio, en cuyo frente se hallaba la que fuera la sala del altar principal de ceremonias, a la derecha de éste, con aberturas que miraban a la plaza, otra habitación grande preparatoria del ceremonial.
Seguimos hacia la parte trasera de la que fuera sala del altar principal; y vimos una estancia rectangular más pequeña, con asientos en la totalidad de sus lados y trece hornacinas en las paredes a la altura de la cabeza de una persona (sentada). Nos explicaron que era una habitación ceremonial de reunión del Inca con los sacerdotes. En el lugar principal (frente a la puerta) se hallaba la ubicación del Inca, a su alrededor a cada lado se sentaban seis sacerdotes. Allí nos mostraron ciertas características de propagación del sonido y se hizo la prueba. Uno de nosotros murmuró una frase en el hueco de una de las urnas y en cualquier otra se escuchaban claramente las palabras expresadas. Cómo lo hacían? Tenían gran conocimiento de la expansión del sonido. El formato levemente inclinado de una de las caras de las paredes así como el diseño de puertas y ventanas obedecía a darle características antisísmicas a las estructuras, había red de distribución de agua respetando las pendientes y hasta diseño de control de excretas.
A lo largo de nuestro recorrido fuimos haciendo diferentes tipos de pruebas que nos dejaban cada vez más sorprendidos. Tendimos un largo hilo a través de varias habitaciones que se conectaban entre si por ventanas ubicadas en la pared que compartían; sostuvimos en tensión el hilo en una esquina de la primer ventana y la hicimos cruzar por tres habitaciones; era tal la exactitud de ubicación que ni quedaba más espacio, ni el hilo rozaba más en las siguientes ventanas.
En cierto lugar nos mostraron una gran roca donde los estudiosos habían realizado experimentos para conocer que método se usaba para cortar y tallar piedras; nada dio una explicación coherente, si se utilizaban solo los elementos que “supuestamente” contaban en esa época.
Todo era bello, imponente, cada lugar nos despertaba admiración o sorpresa. La piedra ceremonial donde se realizaban los sacrificios tenía forma de cóndor y sólo parándose en determinado sitio, las piedras que enmarcaban el recinto parecían prolongar la figura imitando las alas extendidas del ave.
El inmenso reloj de sol, situado en cierta ubicación respecto a los puntos cardinales, marcaba no solo las horas, sino las estaciones del años y tenía facetadas en forma esquinada las constelaciones más importantes del Hemisferio Sur en determinado momento del año. Las mediciones efectuadas con aparatos avanzados, permitieron conocer que la ubicación era exacta y sin errores. Me dijeron que eran un pueblo de grandes astrónomos, matemáticos e ingenieros; algunas cosas que tuve oportunidad de ver me hicieron pensar que no solo eran geniales observadores de la naturaleza. Creo que hay cosas que nunca sabremos y permanecerán inexplicables para todos nosotros.
Un pichón de cóndor estaba posado en el borde de la pared limitante con el precipicio. Lo miré y le saqué una fotografía. Me observaba, no voló ni temió. Es un descendiente de aquellas aves que compartieron un mundo diferente y acompañaron a los habitantes de lo que fuera un exquisito y floreciente pueblo de elegidos.
Quizás recibió en sus genes la orden suprema de custodiar las ruinas de la civilización Tahuantisuyo.
Poco a poco me iba acercando a la puerta por donde iniciaría el ascenso a la Nariz del Inca, sin saber que esta experiencia marcaría un antes y un después en mi vida.
Antes que el sol llegue a su esplendor, debía trepar el Waina Picchu y la hora avanzaba, me faltaba cumplir el rito de la bendición del Astro Rey, antes de culminar el viaje y dar por cumplido mi anhelo.
El guía se despidió indicando que su misión concluía; yo aun tenía algo que hacer.
Magui Montero
NOTA: Foto1 Habitación ceremonial. Foto 2 Terrazas. Foto 3 Plaza. Foto 4 Vista del Waina Picchu. Foto 5 Reloj solar. Foto 6 Ceibo de ceremonial fertilidad. Foyo 7 Río Urubamba visto desde la Ciudadela. Fotos 8 y 9 Ubicación de construcciones alrededor de la Plaza